Limpiezas de otoño

Al llegar este otoño me entraron unas terribles (e inusuales) ganas de limpiar y ordenar. Hay espacios y habitaciones enteras en mi casa que están iguales hace meses u años.

Hay libros que están en el mismo orden en los mismos estantes hace quién sabe cuánto. Pilas de papeles que ya tienen pequeñas arañas residentes. Muebles que hace tanto que no se mueven que ya tienen raíces.

De pronto sentí la necesidad urgente de cambiar todo de lugar.

Una tarde, bien tarde, empecé a mover muebles, despejar estantes, tirar papeles, despolvar cuadros con fotos. Agarré la aspiradora y comencé un rastrillaje minucioso por las piezas. Mientras caía la noche lluviosa yo movía una cama de un lado al otro lado de la habitación y cargaba una biblioteca de un cuarto a otro. Cerca de las once de la noche me ganó el cansancio y dejé de mover cosas. Estaba tan feliz que no podía despegarme de una de las habitaciones renovadas. Apagaba la luz, me iba y al minuto volvía y prendía la luz para admirar otra vez más la “nueva” habitación.

La sensación que me dejó este urgencia de cambiar las cosas en mi casa es que al cambiar las cosas físicas de mi hogar, cambiaría algo dentro mío.

Uno de los objetivos del yoga es lograr una conexión más íntima con los ritmos de la naturaleza. Nuestras sesiones de yoga dependen mucho del momento en que las hacemos. Practicamos un yoga dinámico si es de mañana o hacemos una práctica más suave si está terminando el día. Saludamos al sol durante la jornada o cuando buscamos activación. Honramos la luna durante la noche o cuando queremos cultivar nuestro aspecto femenino. Los ritmos de la Tierra potencian y acompañan los ritmos internos de nuestros cuerpos

Como modo de buscar una sanación más profunda, sincronizamos también nuestra práctica con las estaciones del año.

Como la primavera, el otoño es una estación de limpieza. Este año llegó al hemisferio sur con días y días de lluvia. Tormentas que barrieron con todo. La lluvia dejó atrás un aire limpio y fresco. El viento despojó a los árboles de sus hojas, dejándolos desnudos, tronco y ramas. De forma similar, podemos usar la energía de otoño para hacer una limpieza íntegra de nuestro ser.

Al lado del inodoro en el baño de mi casa suelo colocar uno o dos de mis libros preferidos. De esa manera me aseguro de leerlos, diariamente, aunque sea una línea o un párrafo. Generalmente son libros sobre salud o yoga o nutrición. Uno de mis libro/biblias es Radical Healing, de Rudolph Ballentine. Fue escrito por un doctor en medicina, especialista en psiquiatría, que luego de años de viajes y estudios dedicó gran parte de su vida a integrar la medicina alopática con las medicinas antiguas y naturales. El describe su experiencia con sus pacientes, empleando distintas tradiciones y sistemas de sanación holísticas como el ayurveda, la homeopatía, la medicina herbal, la medicina china, la psicoterapia integrativa, la nutrición sana, el yoga y las limpiezas energéticas, entre otras.

Una de las secciones del libro es sobre la desintoxicación. Ballentine se refiere a los cuatro canales primarios que tenemos para eliminar las toxinas de nuestros cuerpos: los pulmones, el colon, la vejiga y la piel. Cada uno de estos canales es crucial para eliminar algún tipo de deshecho. Dice: “El movimiento de los intestinos es una expresión física de nuestra voluntad para dejar ir los residuos del pasado,” escribe. “La constipación suele revelar una tendencia a agarrarse de lo viejo—relaciones, posesiones, o pensamientos y memorias. A veces limpiar los intestinos puede catalizar un proceso global de soltar—mental, emocional y físico.”

Así como es importante la desintoxicación física para limpiar diferentes estratos del ser, también podemos poner la vista en otro tipos de limpieza. Están las limpiezas a nivel emocional, por ejemplo. Empezar por identificar si hay alguna emoción o emociones reprimidas y darles cauce. Si hay tristeza, llorar. Si hay enojo, gritar o hablar. Si sentimos mucha frustración, hacer algo que destrabe esa frustración. Darle cauce a la emoción que está bloqueándote. Otra forma de limpiar emociones es simplemente hablar con las personas adecuadas, ya sea un terapeuta o un amigo o un familiar.

La limpieza se puede extender también a las relaciones, justamente. Quizás tengas que distanciarte o cortar con alguna relación tóxica. Dejar de hablar con las personas que no te hacen sentir bien. O hablar algo que tenés guardado a hace mucho tiempo. Es un buen momento para reflejar sobre las personas en tu vida y decidir si esas personas son buenas para ti o no.

El otoño es un lindo momento para observarse. En su libro, Ballentine dice: “Tienes que saber que es lo que tienes que limpiar, y también de donde proviene.” Una vez que tienes la respuesta a esas preguntas, puedes hacer una limpieza profunda. (Hete aquí el desafío: muchos de nosotros no queremos ver ciertas cosas que nos están intoxicando la vida.)

¿Cuáles son las cosas que te están intoxicando la vida? ¿Qué es lo que necesitas limpiar?

Abajo incluyo un listado de algunas prácticas de limpieza que podemos probar en esta estación.

Cuerpo

  • Practicar yoga.
  • Pranayamas de limpieza (nadi sodana, por ejemplo).
  • Respiración profunda.
  • Caminatas en la naturaleza.
  • Mejoras en la dieta (eliminar comidas chatarra, azucares, harinas).
  • Practicar ayunos o limpiezas a bases de jugos.
  • Tomar mucha agua.
  • Limpiezas colónicas (reguladas por un especialista).
  • Baños de inmersión o duchas frecuentes.
  • Exfoliaciones de piel.
  • Masajes, especialmente los linfáticos y descontracturantes.

Mente

  • Yoga
  • Meditación.
  • Pranayamas.
  • Escritura.
  • Terapia (del estilo que más les guste).
  • Cantar o recitar mantras

Espíritu

  • Todo lo mencionado arriba +
  • Hacer cosas que te brindan placer, alegría o paz.
  • Escuchar música.
  • Bailar
  • Estar con la naturaleza.

 

Entrevista con Rudolph Ballentine:

http://www.cepvi.com/index.php/medicina/articulos/entrevista-al-doctor-rudolph-ballentine

 

Venerando a la Diosa en el sur de India

Woman at palace

Hace cuatro meses empecé un círculo de mujeres. El círculo se convirtió en poco tiempo en un refugio que nos une todos los meses bajo el signo de la luna llena. En nuestro primer encuentro, comenzamos un trabajo muy rico con el mazo de cartas creado por Silvia Selowsky llamado El oráculo de las Diosas. Cada diosa trae un mensaje y está en cada persona interpretar de que modo quiere aplicar lo que ella viene a decirle.

Las cartas están hermanadas con un precioso libro que detalle el origen y el significado de las 28 diosas que eligió Selowsky para formar parte de su panteón. Son diosas de la historia Europea clásica, de los pueblos originarios de Norteamerica, Centroamerica y Sudamerica, de culturas antiguas de Asia y de Africa. Sumergirnos en los mitos y mensajes de las diosas ha sido un viaje extraordinario para cada una de las que formamos parte del círculo.

Cuando me di cuenta que mi viaje a India coincidía con Navaratri, el festejo Hindú centrado en las deidades femeninas, no me pareció casual. Con muchas ansias de vivir en persona una ceremonia que honra al sagrado femenino comencé el largo viaje a Thiravananthapuram o Trivandrum, el nombre que le pusieron los ingleses.

Navaratri se celebra en varias regiones de India durante nueve días con pujas (rituales), procesiones y ceremonias. Se honra a la Diosa Suprema a través de sus muchas manifestaciones, especialmente Durga, Laskhmi y Sarasvati. Durga es la diosa guerrera que destruye los demonios internos, Lakshmi concede la abundancia y la prosperidad y Sarasvati trae sabiduría, inteligencia y creación. Todas son aspectos de una misma energía femenina que destruye, nutre y crea, simbolizando el ciclo de los procesos humanos y la vida eterna.

Cerca de donde me hospedé hay un templo llamado Padmanabhaswami, que podemos traducir elegantemente como “el guru del loto en el ombligo”. Se llama así porque está dedicado a la figura del dios Vishnu en su forma reclinada. Vishnu está recostado en un estado de relajación y tiene la simbólica flor de loto que crece desde su tercer chakra, ubicada en la zona del abdomen.

El templo es una torre blanca de siete pisos cuyas paredes están esculpidas en un diseño elaborado de deidades, demonios y diversas figuras mitológicas. Se dice que es uno de loWoman Padmanabhaswamys templos con mayores riquezas del mundo. Que hay monedas, lingotes, joyas y ornamentos que fueron escondidos en criptas en sus profundidades a lo largo de varios siglos.

Al lado del templo Padmanabhaswami está el viejo palacio del Maharaja, el antiguo príncipe de toda la región sur de India. Es en este palacio donde cada Octubre, durante los festejos de Navaratri, crean otro templo menor, un templo transitorio, en honor a la diosa Sarasvati.

Sarasvati es la diosa de las artes y la sabiduría en el Hinduismo. Ella es esa energía de creación que se vincula a la música, la danza y las letras. Es la inteligencia en su forma mas alta y también la que simboliza la belleza femenina. Se la veneraba en tiempos antiguos como diosa de los ríos y símbolo todo aquello que fluye.

Antes de la salida del sol, antes de que las calles de la ciudad se pueblen de tuk-tuks, autos, buses, vacas, perros y cientos de personas—llegamos al templo de Sarasvati para tomar parte de un ritual muy especial.

Dejamos nuestras sandalias afuera entre decenas de pares de ojotas que descansan sin sus dueños, al costado de la calle. Las mujeres que están en pantalón se cubren con un shal o una pollera— no está permitido entrar al tempo con las rodillas expuestas.

Sarasvati at oceanUn pasillo oscuro al costado de la nave central del palacio lleva de pronto a un patio al aire libre. Varios ayudantes ordenan a lo devotos, indicando por donde se debe pasar. Dos músicas distintas alegran el ambiente: un mantra tipo pop que suena a todo volumen desde enormes parlantes y otros mantras mas suaves que cantan tres sacerdotes dentro del templo. La música se intercala con los murmullos del centenar de personas que ya está adentro.

Ya hay dos largas colas de hombres, mujeres, niños y bebés que vienen a rendirle tributo a la diosa. Algunos van rezando y cantando, con las manos cerca de la frente, unidas en anjali mudra. Otros caminan en silencio. Las mujeres con sus largos saris de tonos vibrantes forman un hermoso cuadro debajo de los techos tallados del templo desde donde cuelgan miles de guirnaldas de flores blancas, amarillas y rojas. Hasta los pilares mismos del palacio han sido decorados con flores. Se respira un ambiente de celebración entre los colores y los aromas a incienso y flores. Viejos y jóvenes, hombre y mujeres, todos avanzan, los cuerpos pegados uno a otro, empujando para acercarse más a la reina de este templo: una pequeña estatua de Sarasvati.

La estatua que se venera en este templo llegó a lomo de un elefante pocos días antes. Todos los años, ella llega desde muy lejos, algunos dicen de un sitio secreto dentro de la jungla, traída a lomo de elefante para ser idolatrada durante Navaratri.

Esta mañana se lleva a cabo un curioso ritual, el abishekam. Esa madrugada, antes de ser colocada en su altar, la estatua es exhibida en uno de los pasillos centrales que da al patio. Allí nos colocamos los fieles, sentados sobre la tierra para observar la ceremonia.

Los pujaris, sacerdotes que llevan a cabo el puja o ritual, comienzan un proceso de limpieza que dura unos 30 minutos. En cada etapa, la diosa es bañada con ingredientes donados al templo por la comunidad. El pujari vierte leche por encima de la cabeza de Sarasvati, balde tras balde. Una vez que termina con la leche, la seca minuciosamente, lustrándola con un trapo hasta que la estatua brilla. Luego sigue con agua de coco, echando el agua una y otra vez y nuevamente sigue con el secado. Después viene el ghee, una grasa láctea, que cae lento por la figura de la estatua y la cubre de una capa amarillenta y espesa.

Sigue el ritual que también puede incluir el aceite de sésamo, agua de rosas y otras libaciones como la miel. Vez tras vez, la estatua es bañada y luego lustrada con suma dedicación y devoción. Al lado, tres músicos se turnan para cantar en cadena un mantra, como una larga plegaria. Desde el patio, sentados sobre la tierra o parados en línea, los devotos estiran los cuellos para observar con intensa atención todo el proceso.

Dicen que al presenciar un abishekam, uno también pasa por una limpieza y nutrición. El microcosmos del ritual es un reflejo de lo que ocurre en un nivel macrocósmico y todos somos purificados con solo estar presentes.

Al terminar la purificación los pujaris adornan a la estatua con las guirnaldas que hemos llevado los devotos. Le colocan una luego otra luego otra hasta que la estatuita de Sarasvati tiene tantas flores colocados alrededor y sobre ella que hay solo un agujero adelante por donde apenas se puede divisar la cara.

Una vez que está limpia y adornada, Sarasvati es colocada sobre su altar, donde estará compañada por un pujari durante todo el día y la noche. Recibirá las plegarias y los mantras de cientos de devotos, que fluyen frente a ella como un suave río por horas y horas, días y días.

Esa mañana salgo del templo con una sensación de bienestar suave y me coloco delicadamente las sandalias, como si fuesen esas guirnaldas que decoraban a la estatua. La música de los mantras, los murmullos de las mujeres, el aroma de las flores actuaron como un bálsamo. El ritual como un proceso meditativo. Salgo caminando mucho más liviana que al entrar.

Las diosas hablan a veces en voces casi imperceptibles pero sus olas de expresión calan hondo en lugares muy profundos.

Me at Palace_offering

 

Sandhya y el momento presente

Photograph by Elena Kalis.

Photograph by Elena Kalis.

Hace pocos días volví de India. Desde que volví estoy sumida en un estado ermitaño, de largos silencios vividos dentro de mi casa. Mi hogar como si fuese un capullo; procesos mentales muy lentos y airosos que se limitan a los quehaceres del día, los detalles de la rutina. No quiero moverme mucho. No quiero hablar demasiado. Es como estar sumergida en el agua, donde los sonidos se vuelven un murmullo y los movimientos se vuelven fluídos y en cámara lenta.

Antes de irme de viaje, estaba leyendo el libro de mi maestra Shiva Rea, Tending the Sacred Heart Fire (Cuidando el fuego sagrado del corazón) y encontré una palabra que me fascinó: sandhya. Según la definición de Rea, sandhya es una coyuntura sagrada de transición y transformación. Algo así como un momento mágico de cambios. Me sentí muy identificada con ese concepto. Sentí que, en ese momento antes de comenzar un viaje que prometía ser épico, yo estaba atravesando un sandhya.

Ahora que regresé del gran viaje, estoy en otro momento de transición. Y estando en India, sentí lo mismo. Los viajes son transiciones. Me sucede frecuentemente el sentirme sumida en un estado efímero antes, durante y después de cada viaje.

Lo que me lleva a pensar que, en realidad, estamos viviendo constantemente en transición. La vida es una larga transición. De una edad a otra, de un lugar a otro, de un trabajo a otro, de una persona a otra, de un estado emocional a otro, de un momento del día a otro, de un minuto a otro, etc., etc., etc. La vida entera es un sandhya grandioso, desde la incepción hasta la muerte. Si pensamos como los hindúes o como los buddistas, esta vida es un sandhya entre muchas vidas. Y a lo largo de las vidas, nuestra evolución espiritual es un larga transición a través de milenios.

Esta idea, de que estamos en constante transición, me trae cierto alivio mientras voy lentamente volviendo a mi misma, en este lugar, en este momento, en este rol que estoy ocupando hoy. La rutina se vuelve mi anclaje en este mundo líquido, fugaz. Entonces lavo la ropa que compré en el viaje, prenda tras prenda, en una meditación física que se basa en sencillos movimientos de mojar, estrujar, colgar, secar, doblar. Me vestiré luego con los nuevos colores, las nuevas telas con sus sensaciones distintas y sus historias impregnadas, entrando en una nueva etapa de expresión. ¿Qué son las vestimentas que usamos sino símbolos también de transiciones?

“En un nivel mas grande, los sandhyas son los puntos de nexo en la continuidad del tiempo y en el flujo cambiante del sol, la luna y el cosmos,” escribe Shiva Rea. “Tenemos la oportunidad de alinearnos con estos puntos enaltecidos de transiciones en el tiempo, donde podemos escuchar profundamente al empuje de las fuerzas mas grandes que nosotros mismos—amaneceres, atardeceres, lunas nuevas y llenas— para una sincronización profunda con los mismos ciclos cósmicos.”

Mientras escribo, se zambulle el sol y aparecen los azules más profundos. Afuera, el día cambia, la noche también. Adentro, los sandhyas de mi cuerpo—mis articulaciones—piden movimientos fluídos, yoga lunar, aire y agua. En el tendedero del jardín, las sedas indias se mueven suavemente con la brisa.

* La fotografía es de la artista Elena Kalis. Pueden ver sus imágenes hermosas, todas tomadas bajo el agua, en su sitio: http://www.elenakalisphoto.com.

Karuna, Kuan Yin y el Papa

Guan YinDos palabras aparecieron muchas veces en mi mente como campanadas en los últimos días: Karuna y loving-kindness, la bondad amorosa. Loving-kindness y karuna. Al despertar, al escuchar hablar a las personas, al irme a dormir aparecían esas palabras en sánscrito, en inglés. Recordaba que había leído sobre estos dos conceptos buddhistas en un precioso libro de Thich Nhat Hanh, Amor Verdadero. Busqué en mis filas de libros y volví a sacar mi versión: un librito color anaranjado con una flor blanca en la portada.

En el libro, el monje buddhista Hanh repasa los cuatro elementos que componen el amor verdadero, según su credo. El Buddhismo habla de cuatro estadíos—metta, karuna, mudita y upeksha—como los elementos que definen un amor de verdad. Metta es la bondad amorosa, el querer darle alegría y felicidad a otra persona. Karuna es la compasión, el querer entender a la otra persona. Mudita es alegría, el dar y recibir alegría. Y upeksha es libertad: el amor sin ataduras, dándole espacio al querido y obteniendo lo mismo del otro.

Recuerdo haber comprado ese libro en un momento que buscaba entender que era eso que llamaban el “amor verdadero”. Me ofreció algo de sosiego en ese momento. Creo que es en los momentos de cierto caos, ya sea físico, energético o emocional, que buscamos entender ciertas cuestiones fundamentales de la vida. Por algo dicen que de los momentos de caos surgen revelaciones.

Junto con estas palabras y al meditar sobre la energía que quería trabajar en mis clases de yoga, apareció la deidad asiática, Kuan Yin. Ella es el símbolo de la compasión y la misericordia; no era casual que apareciera ella para englobar lo que yo buscaba trabajar esa semana.

Y como para sumar presencia a estos personajes en este historia apareció el Papa Francisco, en todos los canales de televisión y las notas de internet, liderando una gira por los Estados Unidos.

Siempre he admirado a Jorge Bergoglio, el nombre del papá antes de ser elegido pontífice del catolicismo. Admiraba su calma, su liderazgo, su humildad y su interés en buscar canales de diálogo y paz en una sociedad severamente dividida como lo es la Argentina. Verlo llevar esas cualidades a su nuevo puesto como líder espiritual mundial me llevo a valorarlo todavía más. He llegado a emocionarme estos últimos días viendo la recepción impresionante que el ha tenido en Washington DC y Nueva York, dos ciudades muy acostumbradas a ver grandes personajes de la historia, y las palabras llenas de amor y compasión que ha pronunciado en todos los ámbitos que ha visitado.

Uno de los momentos más emotivos para mi fue el servicio en Ground Zero, donde estaban las Torres Gemelas. Hoy hay un especie de hoyo de agua que fluye como una fuente debajo del nivel del suelo, para homenajear a los muertos. El Papa participó junto a varios lideres espirituales de distintas religiones del mundo. En una ceremonia con cantos, plegarias y bendiciones en ingles, español, hebreo, gurmukhi, árabe y sánscrito, entre otras lenguas, todos los líderes de las distintas religiones hicieron un pedido de paz conjunto.

Uno de los participantes de esa ceremonia, fue el líder cívico espiritual Sikh Satpal Singh. Es un hombre sesentón con barba blanca que usa el tradicional turbante sikh y habla en tonos pausados. El periodista Anderson Cooper, al entrevistarlo, hizo referencia al pasado del Sr. Singh, que sufrió en carne propia la violencia religiosa y tuvo que exiliarse de su tierra natal por la persecución que sufrieron los de su credo. El Sr. Singh, con el mismo temple que caracteriza los discursos del Papa Francisco, respondió que los hechos que el había sufrido lo habían convencido de que el amor y la compasión por el otro son los únicos caminos hacia la paz.

Siento como si esta semana hubiese llegado como un gran recordatorio para que todos intentemos, desde nuestra profunda humanidad imperfecta, de practicar el amor y la compasión hacia el otro en el día a día. De no actuar ni hablar desde el odio, el rencor, la intolerancia ni el enojo. De volver siempre al corazón. Podemos fallar—yo soy la primera en admitir mis errores y espero poder siempre pedir perdón por ellos—pero cuan importante es poder volver a la intención de vivir según estos principios antiguos.

Cuantas guerras se hubiesen evitado si todos tomásemos la promesa de actuar desde ese lugar, de volver siempre al amor y la compasión por el otro.

Las relaciones humanas son difíciles. Es así. Pero si buscamos escuchar y entender, sin saltar a juzgar y discrepar, buscar puntos en común y cuando no los hay, buscar la compasión dentro de uno para no odiar al otro…quizás tendríamos mas dialogo y menos discusión. Mas paz y menos guerra. Mas karuna, mas compasión.

Inicios

Buddha Living El comienzo de una clase de yoga es un momento muy delicado.

Los alumnos llegan desde universos muy distintos. Uno llega corriendo, con la lengua afuera y el corazón a mil, pensando que no va a llegar a tiempo. Otro llega enojado después de tener una discusión con la pareja y salir de escondidas para escaparse del caos familiar. Otro llega nervioso porque es su primer clase de yoga o porque tiene alguna afección física y siente que no va a poder hacer lo que hacen los demás. Algunos, a veces, llegan calmos y contentos, listos para comenzar la práctica. La mayoría llega expectante, depositando sus esperanzas en esa otra persona que tiene el deber de hacer que todos se sientan mejor: la maestra. Y la maestra, que también ha tenido que arrancarse de otras realidades fuera de su vida de líder yóguica, tiene la tarea de unir todas estas energías y transformarlas, al cabo de una hora y media.

Hay una belleza en ese momento que no se puede reproducir. Es la belleza del inicio. Un inicio que conlleva todo lo vivido hasta este preciso instante. Uno llega a los inicios bañado en las experiencias del pasado. Y cada inicio viene hermanado con un final– y eso es algo magnífico. Algo soltamos cuando decidimos comenzar otra cosa. Algo se termina cuando otra cosa comienza. Es importante tomar conciencia de lo que vinimos arrastrando a ese preciso instante para poder transformarlo.

La manera en la que comenzamos afectará todo lo que viene después. Aquí viene a jugar un concepto muy trillado del yoga, que es el sankalpa: la intención. Trillado, digo, porque se suele usar mucho este término en las clases de yoga, sin pensar muy bien en lo que significa. Sin entrar en filosofías ni psicologías, formar una intención es el tomar una firme decisión, hacer una promesa y elegir un propósito desde el corazón para encauzar la práctica. Se eligen propósitos sanos para impregnar la clase con más profundidad. Por ejemplo: «fortalecerme», «sentirme mejor», «cultivar la paz», «equilibrar», «soltar», «ser mas compasivo». Cada respiración es un paso hacia ese propósito. Cada guerrero tiene un horizonte definido. Cada transición es flotar en esa energía latente. Y cada relajación nos lleva mas cerca de ese estado que buscamos. Cada vez que repetimos esa intención, cementamos esa idea en nuestra mente y tenemos el poder de trasladarla a todas las áreas de nuestras vidas. La mente se encarrila de otra manera y las energías en danza, también.

Sin fijar una intención o establecer una idea o concepto, personal o grupal, para una clase, corremos el riesgo de entrar en una práctica meramente física, mecánica o superficial. Lo mismo ocurre en nuestra vidas diarias. Si nos despertamos y entramos en los movimientos de siempre, los quehaceres, las idas y venidas habituales sin tener en claro el por que detrás de nuestras acciones, la vida se vuelve rutinaria y sin sentido. La clase de yoga es un simple reflejo de como vivimos nuestras vidas.

Regresé esta semana a las clases de yoga, después de semanas de receso. Comienzo bañada de las experiencias vividas durante los dos viajes que hice desde enseñar mi última clase de yoga pero también abierta a la energía de este nuevo comienzo que me pide encarar las próximas semanas con una energía distinta. Las posibilidades son infinitas.

«La mitad esta hecha cuando tienen buen principio las cosas,» dice una frase de Fernando de Rojas que escribí en mi pizarrón esta semana. Demosle un buen principio a cada clase de yoga, a cada despertar, a cada día, a cada noche, a cada conversación, práctica, viaje, regreso o transición– a cada etapa nueva de la vida. De esta manera el yoga puede ser la clave para sentirse mejor: el propósito universal que subyace todas las clases de yoga. Om shanti.

Regresos luminosos

Una de las partes más lindas de mi 2013 fue un taller que diseñé y dicté para limpiar los centros energéticos del cuerpo. Fue un viaje hermoso, con alumnos corajudos y llenos de gracia, a través de los múltilpes niveles del ser. Cada chakra es una puerta a un aspecto de la vida y enfocándonos una clase, un día o una semana en cada chakra es como re-descubrir mundos enteros dentro de cada uno. Con mucho entusiasmo, anuncio un regreso al Taller de Chakras, versión 2014. 🙂

Poster Taller de Chakras 2014.

Poster Taller de Chakras 2014.

El fin

chita vritti nirodha

Yoga chita vritti nirodha es la definición del yoga según uno de los sabios más grandes de la tradición yoguica, Patanjali. Un resumen sencillo de su significado sería «yoga es el cesar de las fluctuaciones de la mente.» Es la paz mental. Según Patanjali, ese «cesar de las fluctuaciones de la mente» es el yoga mismo. Ese es el objetivo. Eso es adonde queremos llegar.

Chita: la mente, todo lo que percibimos, todo lo que compone nuestra mirada.

Vritti: las fluctuaciones, los movimientos conscientes e inconscientes, la vida misma.

Nirodha: la quietud, la claridad.

Decílo una vez hacia adentro. Visualizalo. Decílo en voz alta. Chita vritti nirodha. Es un mantra y tiene los mismo efectos de un mantra, contiene vibraciones sanadoras. Ese es el silencio que produce el cesar de los pensamientos. Ese es el fin.

Intenciones

Ado Mukha Vrksasana, comúnmente conocida como la parada de manos o la vertical, es una postura que no he practicado demasiado desde que comencé a hacer yoga. En los estilos de yoga en los que me inicié no se practicaba. Por mucho tiempo tuve que ser cuidadosa al practicarla, además, por problemas que tenía en las muñecas. Así se me sumaron razones para evitarla.

Después de meses de no practicarla, la semana pasada intenté hacer la parada de manos mientras asistía como alumna a una clase. No pensaba hacerla pero, cuando la profesora me preguntó si lo quería hacer, dije que sí, sorprendiéndome a mi misma. Estaba cansada, los músculos me temblaban; hacía semanas que no hacía una práctica fuerte como para poder entrar cómoda a una postura como ésta. Pero tenía esa energía (a veces innegable) de batir un límite. Sentía que el cuerpo quería y podía. Estaba embalada.

Intenté subir sola, con el impulso de las piernas. No pude. Intenté otra vez y me caí. Intenté una tercera vez y me desplomé. Ahí la profesora ofreció su asistencia para sostener una pierna. Volví a bajar a balasana (niño), me recompuse y volví a intentarlo, con su ayuda. Pude subir.

Sentir ese cambio energético tan arrasador que te otorga esta postura de inversión hizo que valga la pena el esfuerzo. Agradecí mi propia tenacidad y la ayuda de la profesora. Me di cuenta más tarde que al componer esta postura se había corrido algo en mi interior.

Esa semana yo había fijado como temática en mis clases de yoga el concepto de sankalpa. El sankalpa se puede describir como voluntad, propósito y determinación. Uno fija un sankalpa al comienzo de una clase de yoga para concentrar las energías, ubicarlas en algún aspecto de nuestras vidas que queremos mejorar. Puede ser una palabra—tranquilidad, persistencia, continuidad— o una frase como “ser más optimista”, “resuelvo cuidar mi cuerpo y aceptarlo” o “tener más confianza”, por ejemplo. Un sankalpa también puede ser una imagen: uno puede imaginarse radiante y feliz y trabajar con esa visualización durante el curso de una clase o día.

Fijar un sankalpa es como construir una vía. El tren sería nuestra mente, las vías, nuestra energía.

Días antes había ocurrido algo en mi vida personal que me había causado bastante confusión. Una persona había actuado de forma, a mi modo de ver, incorrecta. Tanto la persona en cuestión como yo estábamos en desacuerdo. Yo no lograba entender cómo esa persona pudo haber actuado de la forma en la que actuó.

Tanto hablar de las intenciones en mis clases me hizo pensar mucho también en las intenciones de cada persona. Específicamente, en como se producen chispas cuando las intenciones de las personas no concuerdan. A veces una persona tiene una intención, una visión, algo que quiere lograr que se contradice totalmente con lo que “ve” y quiere la otra persona. Hay una simple verdad: muchas veces tenemos intenciones dispares. Cada uno actúa de acuerdo a su intención. Dar vuelta la situación de esta manera, me ayudó a aceptarla.

Mirando para atrás, me di cuenta que lo que uno logra a través de la postura de parada de manos es justamente eso: dar vuelta la visión. Ver las cosas desde una perspectiva totalmente distinta. No es casual que el cuerpo a veces pida ciertas posturas. Yo necesitaba correr la visión para poder entender mejor lo que había ocurrido.

A lo largo de la semana, se asentó en mí una sensación de que tenía algo pendiente con la parada de manos. Sentía una necesidad de poder subir a la postura sin asistencia, dependiendo solamente de mi voluntad interior. Quería más.

Una noche soñé que intentaba hacer la parada de manos sobre una cama y me caía. Me desperté pensando, “Es muy blanda la superficie.” Sentí la necesidad de subir a la parada de manos más y más fuerte a lo largo del día. Hasta que, en un momento de pura determinación, salí al jardín y me acerqué a una pared, resuelta a subir.

Apoyé las manos en el piso de cemento (la superficie más dura que pude encontrar), los pies en el césped, armé bien la estructura de brazos y hombros, di un impulso fuerte con las piernas y subí…pero me caí en seguida. Intenté de vuelta. Lo mismo. Lo intenté como siete veces más. La vista se me corría hacia atrás, las piernas tambaleaban en el aire, no lograba establecerme. Seguí probando hasta que las piernas se me cansaron.

Bajé a niño y me tomé un respiro.

“Tengo que hacerlo,” pensé. Volví a subir la cola, fijé la vista entre las manos en un puntito en el cemento. Pateé de vuelta las piernas, llegué hasta arriba y en seguida me caí. Mi mente tambaleaba: “Quizás no pueda lograrlo. Mis piernas están cansadas. Quizás lo intenté mañana.”  Y de pronto apareció un pensamiento distinto: “Ahora me tengo que quedar arriba.” Me aferré a ese pensamiento.

Pateé una vez más con la pierna derecha. Mientras mis piernas estaban entre la tierra y aire recordé mi nuevo mantra y de pronto, estaba en posición. Las piernas estiradas contra la pared, la vista fija entre las manos, el corazón abierto. Estaba sosteniendo la parada, sentía el piso fuerte debajo de mis manos, los brazos firme, la espalda fuerte, las plantas de los pies bien abiertas como las hojas de un árbol. La sonrisa me desbordaba.

Al bajar sentí como si hubiese logrado lo inalcanzable: había vencido mi propio sueño y mis cavilaciones. Esa inesperada y pequeña intención de “ahora tengo que quedarme arriba” fue lo que motivó la postura misma.

A medida que avanzo en éste camino del yoga, no me dejo de sorprender por los descubrimientos que yacen en su práctica. A veces una simple intención sirve para lograr una postura que produce cambios. O vice versa: lograr una simple postura sirve para encontrar intenciones que producen cambios.

“Ahora tengo que quedarme arriba,” me dijo mi mente. Y fue suficiente como para poder subir y hacerlo.

En éstos pequeños logros se encuentran profundos tesoros.

Dar vuelta la visión.

Nota: Elegí la foto que ilustra este escrito porque la yogini está en ese momento efímero, perfecto de transición entre el piso y el aire donde se producen milagros.

Mantras: Vibraciones sanadoras

Los mantras son antiguos sonidos que se transmitieron a través de las épocas–como plegarias, canciones, escritos, meditaciones y demás–de persona a persona, pueblo a pueblo, cultura a cultura. Son muy potentes y producen efectos profundos en la energía de las personas que los escuchan, repiten o cantan . Cada mantra tiene una energía especial. El canto o la repetición de mantras es una de las técnicas del yoga para llegar al samadhi, la dicha suprema.

Si dice que el primer mantra fue el sonido om, que nació con el universo y que existe e impregna todos los espacios y seres. (Ver la entrada anterior sobre el mantra om.) Hay bija mantras  de una palabra (mantras «semilla») que son para activar los chakras del cuerpo como también mantras largos, como el Maha-Mritunjaya Mantra, que contienen frases largas y muchas líneas.

Cada sílaba y cada palabra de un mantra tiene un efecto específico sobre el cuerpo, la mente, el alma y el cuerpo energético. Hay mantras para sanar enfermedades, mantras para mejorar la memoria, mantras para eliminar bloqueos, encontrar caminos, mantras a cada planeta, a cada dios el panteón hindú, hay mantras con diversos fines y motivos. Los mantras se usan para sanarse, elevarse y lograr paz y dicha interior.

La mayoría de los mantras que se usan en el yoga vienen del sánscrito. Esta antigua lengua asiática tiene una diferencia notable con la mayoría  de los idiomas del mundo: está basada en el efecto de sus sonidos, no en el significado de sus palabras. Es un idioma vibracional. Por esto mismo, es más importante sentir profundamente el sonido de un mantra que conocer el significado detrás de sus palabras.

Los mantras se pueden recitar, cantar y repetir internamente. A medida que uno va cantando o repitiendo un mantra, la mente se va calmando  y uno va entrando en la energía de ese mantra. Hay que dejarse llevar por las olas de sonido, por la fuerza misma de las repeticiones, la música detrás de cada sonido.

Abajo tienen dos ejemplos de mantras musicalizados, de estilos distintos.

Swami Maitreyananda Orchestra, Ganapataie:

David Newman, Amba Bhavani:

Empezando con el om

¿Que significa el om?– es una de las preguntas más frecuentes de los que comienzan a tomar clases de yoga. No es una pregunta tonta: el om se canta en la gran mayoría de las clases y es una parte muy importante de la práctica. Pero para los que nunca entonaron sonidos sueltos (sin que formen parte de una melodía o canción), el canto grupal del om puede resultarles raro o hasta cómico. Una vez que logran desinhibirse y entregarse a la experiencia, descubren el poder que contiene este sencillo mantra.

Muchas veces la respuesta que dan los profesores es que el om es el “sonido universal” o que “sella la clase”. Ambas son contestaciones correctas. Pero para una persona que recién comienza en el yoga, pueden ser razones un tanto crípticas. El significado, la razón de ser y el uso del om pueden abrir todo un portal al mundo hermoso que es la filosofía detrás del yoga. Veamos el mundo que contiene el om…

El om, principalmente, es un sonido muy antiguo. Es el mantra mas sagrado. Se dice que fue la primer nota que se escuchó en el universo. Cada vez que uno canta o escucha el sonido om, vuelve a un comienzo muy lejano que está registrado en nuestras células. En la práctica del yoga, entonar el om al comienzo de la clase es una técnica muy eficaz para centrarse, volver al momento presente y adentrarse en uno mismo. También es una manera de invocar lo sagrado–como una pequeña plegaria.

A nivel energético, el om funciona como un armonizador. Equilibra todo el sistema. Al cantarse al final de la clase, el om equilibra todas las energias que se trabajaron durante los asanas. También es el bija mantra, o el mantra semilla, del sexto chakra, en el entrecejo. Al cantar este sonido, uno activa el sexto chakra, que permite que uno se conecte con su intuición y con el universo, en el sentido más profundo.

Recientes estudios científicos revelaron que el om vibra a una frecuencia de 432 Hz, que es considerado como el tono perfecto de concierto.  De acuerdo al ingeniero acústico John Stuart Reid, este tono resuena directamente en nuestras células.

La primera definición del om se puede encontrar en los Upanishads de Mandukya, escritos entre 800 y 500 AC. En este texto antiguo, se dice que la palabra significa literalmente “universo”. Las tres letras que conforman el om son a-u-m. Cada letra tiene su propia vibración que afecta el campo energético.

El símbolo del om es un mundo en si mismo. Representa los diferentes estados de conciencia del ser humano. Fijense el diágrama, abajo:

Significado del simbolo Om

Quizás la pregunta para hacerse no es– ¿Qué significa el om?—sino ¿Cómo se siente el om? La experiencia de cantar el om y sentir las vibraciones del sonido dentro del cuerpo y en la mente es algo muy especial. Si es cantado en grupo, en clase, las vibraciones son todavía más potentes y uno puede llegar a sentir una profunda sensación de paz y bienestar. Dejarse ir con el sonido, como si uno estuviese sumergide debajo de una ola, puede llegar a ser uno de los placeres más grandes de la clase de yoga.

Así que, en la próxima clase: ¿Por qué no dejar de lado la mente, no pensar en el significado de las cosas, entonar el om desde lo más profundo del abdomen y dejarse llevar por sus olas de vibraciones? Los invito a probarlo en este mismo instante…

Om om om.